diario de escritura: mayo

  • "Quisiera no decir adiós"—Título de un artículo de la revista Anfibia, acerca del último fin de semana antes de la segunda ola de la pandemia.

  • Cuando vivía lejos, muy lejos, y sólo veía a mi familia en verano, los abrazos eran diferentes. Eran más que dos brazos y un torso, más que unos pasos corridos en la emoción, más que un saludo de cariño. Era todo junto, manos agarrando ropa desorganizada, sonrisas de esas que hacen doler los cachetes, gritos sorprendidos aunque ya sabían que llegábamos aquél día, anuncios orgullosos de que hay facturas y alfajores de maicena y tortas y budines. Los abrazos eran únicos, especiales, llenos de amor y de expectativa, vacíos de ganas de separarse. También eran abrazos nerviosos de soltarse, sin ganas de dejar ir. Eran abrazos de hola y abrazos de chau. Cuando vivía lejos, muy lejos, los abrazos eran diferentes, pero ahora que vivo cerca también.

  • "Ya todo va a estar mejor. Aunque también dije eso el año pasado."

  • Te siento lejos, pero te siento cerca. A veces más uno que el otro, a veces los dos al mismo tiempo. Otras veces siento que estás al lado mío, y algunos días siento que ni te conozco.

  • En Buenos Aires, vivo en un departamento en Caballito con una de mis mejores amigas. Lo bueno es que tiene todo cerca, lo malo es que no tengo la obligación de caminar mucho para ir a ningún lado. Su familia es dueña del departamento desde hace más de dos décadas, y ella vivió acá cuando era bebé. Dice que, cuando vino a verlo en 2019, la portera la reconoció y le dijo que ella no se callaba cuando era chiquita (es muy cierto, lloraba todo el tiempo me dicen).—EDICIÓN: Esto lo escribí a mitad de mayo más o menos, y desde entonces cambiaron varias cosas y resulta que esa esquina en Caballito ya no es más mi hogar. Por lo menos por un tiempo (quién sabe cuánto), me volví a mi casa con mi familia en Neuquén, por cuestiones de fases 1 pandémicas y decisiones difíciles de extrañar a mis mascotas. Así que esta



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