- Con los protocolos de la pandemia, se hace mucho más difÃcil leer las caras de la gente a nuestro alrededor: los barbijos, las máscaras y la distancia que mantenemos entre nosotros no es muy amiga de la observación de expresiones. Aún asÃ, creo que esto me llevó a prestar más atención a aquello que puedo notar más allá de que no se vea la mitad de la cara de una persona, a lo que muestran en sus ojos distraÃdos, con sus cejas hacia arriba, con el entrecejo fruncido. Fue asà como vi, una mañana de Abril en el colectivo 132, a una señora sentada adelante del todo, bajándose el barbijo cada vez que tosÃa, y me fijé en sus gestos; brazos cruzados, piernas pegadas, cabeza agachada y ojos mirando el piso, llegué a la conclusión de que esa persona querÃa estar en cualquier lado menos en un colectivo con una chica mirándola y una tos que al parecer cree que no tiene que cubrir—ninguna máscara ni distancia podÃa esconderlo.
- Brazos arriba, boca abierta, ojos bailando, voz gritando; mi vecino viendo ganar a River el domingo (antes habÃa estado muy estresado, brazos abajo, boca en una lÃnea firme, ojos quietos en la tele, voz callada).
- "Queremos glorificar la guerra—la única higiene del mundo—." Frase sacada del libro de MarÃa Dolores Béjar, Historia del Siglo XX, CapÃtulo "El PerÃodo de Entreguerras"; acerca del manifiesto futurista, cuyos principios se reflejan en el fascismo de Mussolini.
- Son las siete de la mañana el 23 de Abril de 2021, nos acabamos de despertar y tenemos los ojos medio cerrados, medio deambulando, medio soñando. Dos amigos y yo, escondidos en la oscuridad madrugadora del otoño bonaerense, sentados en el sillón un viernes que no tenemos clases, despiertos solamente porque se estrenó esa mañana la serie de una saga de libros que leÃmos hace años. Aunque muy dormidos, también estamos muy atentos—atentos a la portada de la serie, atentos a qué cosas cambiaron al viajar de las páginas escritas a una pantalla demasiado brillante para las siete de la mañana. Brazos abrazando rodillas para protegerlas del frÃo, ojos parpadeando para sacar los últimos trazos de sueño, sonrisas gigantes que sólo paran para tomar la chocolatada que se hace mi amiga todas las mañanas. Veo felicidad, veo emoción, veo ansiedad, y veo amistad. Veo la serie (y me encanta).
- Discrepancia número uno: mi abuelo no lava los platos. Mi abuela se enoja, dice que le duelen las muñecas, no puede lavar hoy. Mi abuelo lava los platos (aunque no le falta quejarse). Discrepancia número dos: mi abuelo no se quiere vacunar (ahà le discutimos todos, no sólo mi abuela). Discrepancia número tres: mi abuelo compró demasiadas milanesas (se olvidó que sólo dos comen carne, que hay cuatro vegeterianas y una vegana en la mesa). Solución: se siguen amando.
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