consignas de cartas: pocahontas le manda a freddie mercury

 PRIMERA CARTA DE POCAHONTAS A FREDDIE:

   Querido Freddie,

    Te escribo desde la sombra de un árbol que probablemente mañana no esté, con el sonoro viento que pronto olerá a humo, rodeada de indignaciones de las que nunca me quejé. Te escribo desganada, viendo más gris que amarillo, sintiendo más soledad que esperanza, queriendo poder guardar los recuerdos de mi mundo antes de que la tinta negra de los blancos los sigan arruinando. Una vez me dijeron que vos escribías diferente; que en vez de cartas para ser leídas, tus palabras formaban canciones para ser escuchadas. Qué suerte la tuya, la de haber podido construir una tarima más alta que el color de tu piel, la de poder cantar y escuchar un eco de voces conmovidas en vez de plasmar en papel oraciones que van a ser ignoradas. Qué suerte que te escuchen, Freddie, que te hagan caso, que si les pedís que no talen ese árbol que tanto te gusta, le pondrían un moño y te plantarían cien más. La plataforma en la que te encontrás es muy alta para dejarte caer, pero también es muy grande para ocuparla solo.

    Por eso te pido que la compartas. No conmigo, porque yo ya estoy muy lejos como para que una canción me atrape; te pido que la compartas con el sentimiento de perderlo todo—o, más bien, el sentimiento de que te lo arrebaten todo, bajo tu propia nariz, contra tus propios gritos. Mientras mis palabras son cada vez más redundantes (lo he escuchado demasiadas veces como para no empezar a creerlo), tus canciones son repetidas por miles y miles de otras voces (voces que no conocen la verdadera historia, voces que la repetirían aunque sea sólo por costumbre). Te pido entonces, Freddie, que lo cantes. Canta sobre mi bosque, sobre dónde está el humo que debería ser aire, sobre cómo la tez clara parece cada vez más triunfante, sobre las flores que marchitan de tristeza aunque han sido recién sembradas. Canta sobre cómo nos queman los lamentos en la boca antes de que lleguen a la carta, sobre cómo los rencores envenenan las almas de mi pueblo antes sano, sobre cómo nuestros corazones se contaminan por el blanco. Una canción es más difícil de ocultar que un sobre, Freddie, y mil voces son mejor que una. Sé que sabés de dolor, de pérdida y de nostalgia; sé que sabés de fingir que todo está bien, de actuar como que todo es blanco en vez de negro, de entonar sobre amores épicos en vez de desamores angustiados. Cuando el río suena, agua lleva, amigo mío. Pero el peso ya es demasiado para mis hombros, hundidos bajo toneladas de quejidos que ya son ininteligibles y dejando cicatrices en mi espíritu que ya no puedo esconder bajo mi armadura.

    Te pido que me ayudes, pero no me estarías ayudando sólo a mí. Te pido que los ecos solitarios que siguen tus notas exploren mundos que desconocen, mundos que no quieren que conozcas. Y que en vez de cantar sobre corazones rotos por amor, que canten sobre corazones quebrados por temor, de esos que ya no tienen mucho más para vivir, de esos que les queda mucho más para decir. Por todos, Freddie. Por mí.

    Con lo último de mi esperanza,
    Pocahontas




    RESPUESTA A POCAHONTAS: (escrito por Clara Sequeira):

    Pocahontas: 

    Realmente me conmueven tus palabras pero en este momento no puedo ayudarte con lo que me estas pidiendo, estoy pasando momentos muy difíciles en mi vida personal en donde estoy cargadísimo de trabajo con la banda y lidiando hasta el hartazgo con la prensa. Además con toda esa pasión con la que me escribís vos también con tus palabras podes hacer mucho, no te hace falta mi ayuda, estas en la flor de la vida. Tenés mucho para dar, en cambio, yo ya no estoy con esos trotes. No van a escucharme a mí como si a vos. Yo soy solamente una simple estrella de rock y leyenda que perdurará en el tiempo, y la gran fuerza de mi voz (como vos decís) no creo que sea suficiente para unirme a la causa. Sería inútil y creo que hasta exageras un poco.  

    Que andes bien y suerte. 

    Freddie



    SEGUNDA CARTA DE POCAHONTAS A FREDDIE:

    Querido Freddie,

    No confundas mi pasión por poder: en este desorden de injusticia y discriminación, mis palabras fuertes que tanto halagas son inútiles, y la flor de la vida de la que hablas está ya marchita. Conmovido o no, con fama decadente o no, tenes una voz que no muchos poseemos. Debo admitir que estoy decepcionada; cuando me hablaban de vos, me imaginaba a alguien fuerte, decidido, creativo... definitivamente no a alguien que se rinde incluso antes de empezar.

    Siento que estés pasando por momentos difíciles y que tengas mucho trabajo con tu banda pero, ¿te parece aquello razón suficiente para rechazar una idea que no solamente puede llevar a tus manos mucho más dinero, sino que también podría significar el comienzo de la concientización indígena tan necesitada, la misma sensibilización de mente que podría salvar millones de vida? Estamos hablando de algo mucho más grande que vos y yo, Freddie, algo mucho más pesado que tu guitarra y la prensa, mucho más pesado que mis propios sentimientos y mis propias indecisiones de vida. No se trata de quién puede gritar más alto, amigo mío, se trata de quién puede llevar ese grito a los oídos de otros—y ya mi voz está ronca de intentar solita. Es como si estuviera en un escenario sin audiencia, querido amigo, con el micrófono prendido pero nadie para escuchar mi canto. Mis hombros están encorvados con el peso de los años defraudantes y mis ojos ya no brillan como antes. No puedo permitirme el lujo de dejar a mi comunidad sin mi voz, no puedo arriesgarme a que me alejen de ellos. No puedo ser Rosa Parks, porque antes de ganar la Medalla de Oro sufrió las consecuencias de una sociedad ciega por furia y borracha con racismo. No puedo ser Nelson Mandela, porque antes de ser presidente fue preso durante dos décadas. No puedo ser Martin Luther King, porque aunque lo recuerden como héroe, lo conmemoran dos metros bajo tierra. No puedo ser quien quiero ser, Freddie, porque sería la ruina de mi familia. No puedo dejarlos solos, no puedo ser yo.

    Y quién mejor para ser yo que alguien que entiende lo que es ser excluido, alguien que entiende lo que es querer cambiar los paradigmas sociales que rigen las mentes colectivas de nuestras culturas, alguien que tiene el derecho y la oportunidad de agarrar tinta y pluma y contestar a mi carta sin arriesgar su vida de por medio. No todos pueden hacer eso, amigo mío. No todos pueden elegir.

    Pero vos sí podés. Y espero que elijas bien.

    Armada con valor y desarmada por matanza,
    Pocahontas




    SEGUNDA RESPUESTA A POCAHONTAS: (escrito por Clara Sequeira):
 

    Querida Pocahontas:  

    Lamento tener que decepcionarte y lamento que tantas personas te hayan decepcionado a lo largo de tu vida así como también lamento las vidas de personas de las que vos me hablas, pero como te dije, no es un buen momento de mi vida. Es momento de pensar un poco en lo que me pasa a mí por una vez y creo que estas cuestiones me distraerían en los futuros proyectos que tengo en mente. Además planeas convencerme y me calificas de valiente cobarde. Me juzgas sin conocerme y me decís que me rindo sin haber empezado pero que a la vez soy fuerte, decidido y creativo. Yo si quiero empezar, pero, a enfocarme en cosas que tienen que ver con mi vida personal. No puedo ayudarte como te dije en un principio y te aclare las razones y la verdad que estaba teniendo un mal día y recibí tu carta e hizo que este mejore. 

    Créeme que no es fácil ser yo en un mundo donde todos quieren algo de mí al igual como tampoco es fácil cambiar los paradigmas sociales. No me siento calificado para semejante responsabilidad que me estas encomendando. Lo siento mucho. 

    Freddie.

    


    TERCERA CARTA DE POCAHONTAS A FREDDIE:

    Freddie,

    Estaba sentada bajo el árbol de mi bisabuela cuando recibí tu carta, volando desde lo más alto del bosque en el pico de una paloma hasta mi regazo esperanzado. Debo admitir, aunque no quería hacerlo, que sé que mis ojos se iluminaron; pensé que, tal vez, sólo tal vez, ibas a aceptar mi propuesta. Claramente estaba equivocada, y rápidamente las nubes se unieron en un día nublado habiendo escuchado las noticias.

    Pero, ahí sentada, sola y con una carta que (de nuevo, debo admitir) luego quemé en la fogata de aquella noche, me di cuenta de algo: es cierto que no te necesito. Todo este tiempo de insistencia y persistencia fue como un fósforo prendido con el fuego de mi rabia, sin reparar en el hecho de que lo único que estaba dejando eran cenizas de ayuda que nunca vendría si yo pensaba que sos la única solución posible para mi problema. Lo cierto, amigo mío, es que no lo sos. Y ya lo sabías. Vos sos el que me ha estado diciendo justamente esto, que mi voz es suficiente para hacerse escuchar más allá de mi continente, que mi pasión es más que el motor de arranque de la protesta de mi pueblo. Por fin lo veo, tenés razón. No te necesito. No te necesito, pero sí quisiera que me ayudes.

    Ya sé que hay mil personas más que pueden llegar a escucharme, que hay cientos de otras palomas para llevar mis cartas, que hay mucha tinta de sobra para escribir más cartas. Créeme, ya lo sé. Aún así, me gustaría que me acompañes. Mi voz es mi más preciada arma, la espada con la que lucho, pero el acero puede ser forjado por más de uno de nosotros, Freddie—no tengo por qué estar sola. Decís que estás ocupado, que la estás pasando mal, que tenés muchas cosas en tu vida... pero, ¿qué mejor que una causa noble y humanitaria para hacerte sentir mejor? ¿Qué mejor para aprender a volar nuevamente, que ayudar a alguien atenta a animar tus aventuras? Dale a tu corazón la posibilidad de sanar, de sentir, de apoyar. Dale a tu cabeza la opción de distraerse, de enfocarse, de aliviarse. Dale con más coraje, con más valentía, con más rebeldía. Dale, Freddie, una sola chance.

    No te necesito, Freddie, ahora lo sé. Pero te quiero.

    Con un corazón sanado (o, más bien, sanando) a pesar de todo,

    Pocahontas

    




0 Comentarios