la crónica individual: el parque de la memoria

Parque de la Memoria:

Monumento a las Víctimas del Terrorismo de Estado


Lo primero que escucho es un saludo. Un "hola, chicas, ¿cómo están?". Un "casi no las reconozco", un "es difícil con los barbijos". Es un saludo, predominante sobre el ruido de un avión que pasa por encima nuestro, un saludo más fuerte que los cantos de los pájaros en el árbol más cercano. Me da la bienvenida un saludo, y así me adentro en la historia de los que nunca pudieron escucharlo.

Entre conversaciones de amigos y charlas de desconocidos, camino paso a paso en un parque que trata de ayudarnos a no olvidar lo sucedido. Es un parque lindo, bien cuidado, aislado del resto, lleno de sonidos diferentes a un saludo: el ruido de los pasos de los que corren jugando al fútbol, el ruido de las risas de los que sonríen a pesar del lugar y sus premisas, el ruido de la ciudad que se ha distraído al recordar lo que el parque tanto procura inmortalizar. Veo esos muros que contienen la verdad, veo gente apoyando manos contra nombres. Veo rosas en esos nombres, algunas de plástico para que perduren, algunas reales para que curen.

Más tarde, por el lado del agua, escucho el río chocar contra las piedras. Me acerco a la baranda y me apoyo contra ella, pensando en dónde dejé mi alcohol en gel, pensando en qué estarán pensando los demás, pensando en qué habrá sido lo último que pensaron todos esos nombres que están tan cerca pero tan lejos mío. Mis ojos se enfocan en el agua, ese agua que acaricia las rocas, a veces suave, a veces como loca. Se escucha pacífico, se escucha tranquilo—pero el agua tiene historia, y el río lleva violencia consigo.




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